
Me siento sola en mi propia casa, a nadie le importa lo que haga o lo que me pase... simplemente cuando no estoy contigo estoy completamente sola...
En España es donde se libra la batalla decisiva entre fe y razón. Lo ha dicho el Papa, y hay que tomar en serio sus palabras aunque después las haya intentado matizar el portavoz vaticano. Benedicto XVI considera que en España existe hoy un laicismo “agresivo” entroncado con el anticlericalismo de la II República, y está decidido a combatirlo mediante la “reevangelización”.
Anticlericalismo existió en la República, y seguramente también existe hoy. Lo que el Papa debería preguntarse es si dicho sentimiento no tendrá algo que ver con el papel represivo que desempeñó la Iglesia en la historia española. Pero no se aprecia la menor reflexión en ese sentido, ni, mucho menos un asomo de autocrítica. En vez de pedir perdón por la complicidad de la Iglesia con la brutal dictadura franquista, por ejemplo, el Vaticano, en una clara exhibición de militancia ideológica, se ha dedicado a sus “mártires” de la Guerra Civil.
Ahora bien: una cosa es un anticlericalismo y otra, muy distinta, el laicismo, por más que el Papa mezcle malintencionadamente ambos términos, al igual que intenta establecer nexos entre la España actual y la trágica República. Lo que hoy hace falta en España es, justamente, lo que Benedicto XVI denuncia como si existiera: un laicismo beligerante, al menos la mitad de agresivo que el propio pontífice, que consiga la separación efectiva entre Estado e Iglesia. Esto lo desea cualquier ciudadano con un sentido moderno de la sociedad, incluidos, por cierto, muchísimos católicos. Pero el Gobierno de Zapatero, después de impulsar las iniciativas de indudable importancia como el matrimonio homosexual o la Ley del Aborto, ha optado por no irritar más a la Iglesia y ha dejado de lado su compromiso por el laicismo.
La II República dio el paso en 1931. Podrá discutirse si el artículo de la Constitución que consagraba el laicismo era acertado en todos sus extremos, pero ello no resta un ápice de validez a la decisión política. En su defensa del texto ante las Cortes, Azaña advirtió sobre el poder de la Iglesia: “Vamos a realizar una operación quirúrgica sobre un enfermo que no está anestesiado y que en los debates propios de su dolor puede complicar la operación y hacerla mortal; no sé para quién, pero mortal para alguien”. Lo preocupante en que, 80 años después y con una democracia más asentada, aquel efímero Estado laico aparezca como una experiencia irrepetible.
ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería).
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Toda la vida pensando y estudiando que el pensamiento puede mover el mundo. Que la inteligencia te puede sacar del agujero del que vengas. Patrañas de la clase alta para conformarnos a esta fingida clase media.
¡Mentiras!
No somos más que dinero, no somos más que un número, ganado marcados por el granjero. Un número de cuenta, un número de la seguridad social. El dinero es lo que mueve el mundo y no la inteligencia. Ni si quiera es una prioridad culturizar a la masa, ya que dejaría de ser masa, pero ésta ni si quiera quiere dejar de serlo.
Es mucho más fácil dejarse guiar que intentar cambiar el mundo, total, luego alguien te llamará idealista y ahí se quedará todo. Por lo visto no hemos cambiado tanto…
Vamos cegados como los burros y en cuanto alguien intenta salirse del ruedo, sus propios compañeros en vez de animarlo, se dedican a favorecer a aquellos que los metieron en esa situación.
¡Vaya mundo!
¡Muy bien borregos, sigan así, siguiendo ciegamente la ignorancia!
Se me quedan las palabras en la garganta, y las lágrimas se me arremolinan en los ojos. Y entonces aprieto fuerte los párpados para que no se escape ninguna, respiro hondo y siento como el aire me llena los pulmones, y vuelvo a abrir los ojos más húmedos de lo normal. Estoy triste y furiosa, pero no se por qué. Tengo dudas y me duele el corazón.
Me duele hasta respirar….y otra vez las lágrimas en mis ojos.
Porque no voy a volver a reírme en la puerta mientras pasan jugadores de otros países. Porque jamás volveré a intentar chantajear a los italianos. Porque no me mancharé el bajo del pantalón en el camping. Porque sentí miedo y luego no. Porque costaba mucho salir de casa e ir tan lejos. Porque cada vez que recuerde estos días sonreiré, a pesar de que lo último que ví fueron lágrimas, y lo último que oí gritos de alegría que provenían de un vestuario de acento extranjero. Pero a pesar de esto, algún día se me olvidarán las sensaciones y los olores, así como dejaré de echar de menos todo. Simplemente es propio del ser humano olvidar, y creo que como mujer, también lo haré; pero de vez en cuando algo vendrá a mí, recordaré y querré dar marcha atrás y volver a empezar.
No quiero volver a sentir todo esto. Simplemente es una anécdota más, la anécdota de febrero.
Que raro se siente uno cuando le llegan a la mente recuerdos o sentimientos que ya había dado por olvidados. Incluso hacen sentirte traicionada.
O como si traicionases a la gente que quieres ahora, es raro mezclar el pasado con el presente. Gente que se ha ido y te hizo sentir de cierta manera, que te hizo daño, que se marcho de tu vida bajo una mascara de engaño o incluso que se fue saliendo de ella para que no te doliese demasiado, pero que cuando te das cuenta es demasiado tarde para impedirlo porque….ya se ha ido.
Esas amistades de instituto, amigos inseparables, incluso almas gemelas de las que nunca te querías separar y que ahora te descubres sola. El simple hecho de recordarlo hace temblar tu corazón y que una tímida lágrima recorra tu cara. Pero no lo vi venir y me ahogue en el barco por no querer ver las fisuras. Intentaba salvar algo que estaba muerto, solo intentaba cumplir la promesa de que a pesar de la distancia tu y yo seguiríamos siendo amigos. Pero tú te cansaste de luchar y me dejaste sola.
Aunque no fue sola como me quedé, porque seguía habiendo gente a mi lado, y incluso conocí a gente nueva de la que ahora no me separaría por nada del mundo, por la que, como por ti, estoy dispuesta a darlo todo hasta el final. Pero tú volvías a hacer tus apariciones fantasmales de vez en cuando, y a recordarme que en mi memoria, aunque sin quererlo, seguía habiendo un hueco para ti. Pero como el hortelano nunca te alegró mi felicidad ni contigo, ni sin ti. Sólo parecías interesado en demostrarme lo buena que era tu vida lejos de esto, como nos habías ido olvidando a todos, uno a uno, incluso a mi.
Y he de decir que si no lo hubieras hecho hubiera seguido luchando por salvar lo insalvable, pero en cierto modo he de darte las gracias por haberme abierto los ojos. Ya estoy harta de seguirte el juego, harta. Tú tienes una nueva vida, y yo otra. Que de tu haber querido se podrían haber juntado, pero la amistad es cosa de dos y yo estaba sola. El dolor que me producía dejarlo morir se acabo y ya puedo seguir sin ti. Ya no me duele, solo siento haber malgastado mi tiempo, tanto tiempo, en algo que tu ya sabias que estaba muerto.
¿No tenemos cada uno de nosotros una canción que acompaña nuestra vida? Si, una banda sonora que pone el broche a cada uno de nuestros actos. Y tenemos diferentes canciones según nuestro estado de ánimo. Hay canciones tristes y melancólicas que las escuchamos en nuestra cabeza. En esos momento en los que no sabemos que hacer, cuando no sabemos ni quienes somos y todo el mundo parece desmoronarse a nuestro paso. Algunas nos acompañan recordándonos amores que tuvimos y esa canción acompaña los latidos de nuestros rotos corazones, acallando sus gemidos. Estas son las peores, a veces con letras preciosas que nos recuerdan aquello que nunca tuvimos. ¡Malditas!
Pero no hay que olvidar las que nos hacen sentir los seres mas afortunados del universo. Las que nos dan la razón a lo que sentimos y no nos hacen sentir culpables. Estas suenas pocas veces o no, todo depende de nosotros y de cómo queramos sentirnos hoy. Bien es cierto que muchos de los sentimientos que nos apresan no depende ni lo más mínimo de nosotros, pero hay que ser positivo y dejarse llevar.
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